Esta mañana, en una emotiva ceremonia realizada en las dependencias del Registro Civil, Ana Espinoza y Andrés Contreras, ambos personas ciegas, formalizaron su relación a través de un Acuerdo de Unión Civil. Una historia de amor que comenzó a más de 3.000 kilómetros de distancia y que hoy dio un paso fundamental en Punta Arenas.
El vínculo entre ambos nació en redes sociales. Ana, madre de dos hijos y oriunda de Paraguay, conoció a Andrés por Messenger, iniciando así una conexión que se fue fortaleciendo durante dos años de conversaciones a distancia. “Nos conocimos por Messenger, estuvimos dos años solamente hablando por teléfono. Él se fue primero a Paraguay y después vine yo por un mes… este año vine a quedarme porque ya estaba todo más que decidido”, relató Ana.
Andrés, por su parte, se enamoró de Ana por su fortaleza y dedicación como madre: “Me enamoré de ella por su forma de ser, por la fuerza que tiene como mujer. Tiene dos hijos y ha luchado por ellos. Ha sido mamá y papá a la vez… mujeres así no se ven todos los días”.
Tras varios viajes entre Paraguay y Chile, Ana tomó la decisión de trasladarse de manera definitiva a Punta Arenas el año pasado, dejando atrás su país para comenzar una nueva etapa junto a Andrés. “Él llegó a mi vida en un momento muy triste. No se puede decir a primera vista, pero fue amor enseguida. Fue dándose poco a poco… como para cometer locuras y dejar mi país”, confesó con emoción.
La pareja es conocida por los vecinos del centro de Punta Arenas, especialmente en la esquina de Waldo Seguel con Bories, donde comparten su pasión por la música. “Cantamos cumbia, y la gente que pasa se detiene, nos felicita, incluso se pone a bailar. Nos dicen que les gusta que Magallanes sea alegre”, comentó Andrés.
El especial momento fue acompañado por amigos y compañeros de la Agrupación de Ciegos de Chile (AGACI), quienes fueron testigos de este nuevo capítulo en la vida de la pareja.
Esta historia es más que una ceremonia legal. Es una muestra de determinación, afecto y perseverancia que recuerda que, en efecto, el amor no es ciego: ve con el corazón.