Una quincena de niños y niñas de entre 8 y 10 años participó en el taller de invierno "Aventuras antárticas: Un viaje a través de la cadena trófica antártica", organizado por el Instituto Antártico Chileno (INACH). Durante esta actividad, los participantes aprendieron de manera lúdica y entretenida sobre las diversas formas de vida que habitan en el Continente Blanco y su alimentación.
Constanza Jiménez, bióloga marina y profesional del área de Educación del INACH, explicó que el objetivo del taller era acercar a los niños y niñas a los conceptos de la cadena trófica antártica, integrándolos con los contenidos del currículum escolar. “Queríamos que comprendieran los conceptos principales y los relacionaran con la Antártica. Notamos un gran entusiasmo, especialmente en las dinámicas de juego, lo que fue muy fructífero y lo más importante, se divirtieron aprendiendo”, afirmó Jiménez.
Durante el taller, los jóvenes exploradores aprendieron sobre el fitoplancton, un organismo autótrofo que produce su propio alimento, y su papel en la cadena trófica como alimento para el kril, el cual a su vez es fundamental para aves y mamíferos marinos. Además, los participantes visitaron los acuarios del INACH, donde pudieron observar de cerca a diversas especies antárticas.
Martín López, estudiante de la Escuela Bernardo O’Higgins de Porvenir, expresó su entusiasmo: “El taller fue muy bueno y entretenido. Aprendí muchas cosas, como cuáles son los diferentes tipos de animales que viven en la Antártica y me encantó visitar los acuarios”. Alonso Capellán, del Colegio Piloto Pardo, añadió: “Cuando sea grande, me gustaría ser un explorador antártico. Me interesa aprender más sobre la Antártica y más sobre las ballenas, me encantaría ver una orca de verdad”.
Los padres también valoraron positivamente la experiencia. Marcela Uribe, madre de Mateo Muñoz, comentó: “Me encanta que mi hijo participe de este tipo de actividades, especialmente en vacaciones de invierno. Es una oportunidad provechosa para que puedan aprender y compartir con otros niños”.
Claudia Estrada, madre de Cristóbal Ramírez, destacó la inclusión del taller: “Mi hijo tiene TEA (Trastorno del Espectro Autista) y le interesan mucho los animales marinos. Encontré el taller muy inclusivo; las monitoras fueron pacientes y se adaptaron a sus tiempos”.