El patio interior del Jardín Infantil “Mar y Cielo” de Punta Arenas se transformó en un escenario lleno de color y creatividad durante la primera semana de noviembre, con una serie de stands elaborados con materiales reciclados que recreaban paisajes y escenas del Territorio Antártico. Esta actividad educativa e inmersiva brindó a los niños y niñas la oportunidad de acercarse a la realidad del continente blanco a través del juego y la exploración.
El jardín infantil ha estado trabajando durante los últimos años con el objetivo de obtener el “Sello Antártico”, un reconocimiento que, según su directora, la Educadora de Párvulos Carla Barrera, es clave para su misión educativa. "Es como sembrar una semillita en tierra infantil. Queremos que los niños sientan un cariño especial por la Antártica, ya que es parte de su identidad como habitantes de Punta Arenas. Quizás en el futuro se conviertan en investigadores o trabajen en la Marina y también puedan viajar a la Antártica", señala Barrera.
Durante la actividad, los niños, que van desde los cinco meses hasta los cinco años, participaron activamente en la creación de los stands temáticos sobre la flora y fauna de la Antártica, utilizando materiales traídos por los propios alumnos. Según la directora, esta experiencia es fundamental para su desarrollo: "Estas experiencias dejan marcas que los acompañarán toda su vida. En esta etapa de mayor plasticidad cerebral, es fundamental que puedan explorar, trabajar, ensuciarse y aprender a través de los sentidos".
El jardín sigue la “Ruta del Iceberg”, una guía educativa creada por la Fundación Gaia que propone diversos temas relacionados con la Antártica. Hasta ahora, los niños han aprendido sobre las estaciones en los polos y las diferencias entre la Antártica y el Ártico, profundizando especialmente en la fauna y el clima. "Conocen a personajes históricos como Shackleton y el Piloto Pardo, y también las características de distintas especies, como los tipos de pingüinos. Incluso algunos han visitado el monumento al Piloto Pardo en la costanera, lo cual refuerza su aprendizaje”, explica Barrera.
El proyecto ha contado con el apoyo de muchos padres y apoderados, varios de ellos funcionarios de la Armada, con experiencia en la Antártica. "Algunos niños nos cuentan: ‘Mi papá fue a la Antártica y me mostró una foto de un pingüino’. Ese vínculo hace que el tema sea familiar y relevante para ellos", agrega la directora.
Con el objetivo de lograr la certificación de “Sello Antártico” el próximo año, el jardín infantil está comprometido con continuar este trabajo educativo que conecta a las futuras generaciones con el patrimonio antártico de la región. "Si todo sale bien, en mayo completaremos los dos años de trabajo necesarios para la certificación. Esto nos destacará a nivel regional, nacional e internacional como un jardín comprometido con la educación ambiental y antártica", concluye Carla Barrera.